sábado, 9 de septiembre de 2017

Buscando a André



Cuando estaba en segundo básico conocí a André. Sin embargo mi amigo Luis llevaba su guitarra para presumir lo que había aprendido. A los pocos días en una celebración de fin de semana en el instituto, yo empecé a presumir lo que sabía... pero las notas no se apreciaban mucho ya que había demasiado ruido en el ambiente. 

La gente pasaba, compraba pizza, la discoteca retumbaba y André no escuchaba bien lo que yo tocaba, pero en un momento donde la bulla se calmó, él me pidió la guitarra y logre escucharlo. Era virtuoso, su habilidad para tocar guitarra me parecía humillante; ya no toque más, sólo me dediqué a escuchar cómo tocaba Paradise City de Guns & Roses y algunas otras de Metallica o grupos de rock conocidos, inclusive parodiaba versiones fresas de algunas novelas que estaban de moda en aquella época. 

Al poco tiempo nos hicimos amigos, Luis y André eran vecinos, ambos vivían en la misma colonia; Jardines de la Asunción; al parecer todo lo que Luis sabía había sido enseñado por André o por  el grupo de amigos que se reunía a tocar por las tardes. 

Con André acordamos crear un grupo musical, pero como muchas de esas promesas, fue una más que quedó en el olvido por falta de presupuesto. En verdad quise tocar con André ya que en verdad era un músico virtuosísimo y su técnica en verdad denotaba experiencia, él tenía unos dieciséis años, y decía llevar ocho años de experiencia en la guitarra, afirmaba que en esos ocho años no había dejado de tocar.

La personalidad de aquel guitarrista era bastante jovial, y pese a que nos comunicamos muchas veces por teléfono, lo perdí del mapa. Todas las veces que hablábamos era sobre tocar guitarra. Sin embargo una mañana que caminaba temprano por la Avenida de las Américas, en Pasos y Pedales me lo encontré... tenía el pelo rapado y me contaba que había salido a correr con su suegra, estaba sudado y vestía ropa atlética. Me dejo su número de teléfono para que un día próximo nos juntáramos a tocar guitarra. 

El número que me dio, era al parecer erróneo o a decir verdad no recuerdo si logré contactarlo o no, pero lo de juntarnos no se dio. pero un día con mis primos decidimos ir en busca de André, aunque... la excusa de ir a cierto lugar tenía más de dos excusas... la primera era pasar por la colonia de mi ex novia para ver su casa, a la cual solo llegué una vez, pues las pocas veces que nos vimos en aquellos noviazgos express de la adolescencia, la ubicación exacta de su casa era para mí un enigma.

La segunda excusa era identificar la casa de Luis para preguntarle a él en dónde vivía André  y la tercera era buscar la casa de Parmenia, una chica precoz muy atractiva que un día conocí entre las calles de mi colonia. Ella tenía cuerpo de mujer, con curvas y era exageradamente sociable... la verdad me gustaba y pensaba en ir a visitarla o encontrármela de casualidad por la calle o buscar su casa a través de las pocas referencias que ella me dio a través del extinto MSN o Messenger para Windows XP. 

Con mis primos, solíamos visitar la colonia Jardines de la Asunción de forma regular, lo que empezó como identificar la casa de mi ex novia, la casa de mi compañero o de Parmenia, se convirtió en un hábito casi quincenal. En aquel entonces esas colonias aún no estaban cerradas con barrotes... lo que a mí personalmente me gustaba de visitar aquella zona era simplemente apreciar la arquitectura de las casas que no eran construcciones modestas, sino más bien eran casas que requirieron un buen presupuesto para ser construidas; pero además de la arquitectura del lugar lo que más destacaba era la tranquilidad del vecindario, un lugar donde se respiraba seguridad en aquel entonces.

Nosotros bautizamos a aquel lugar, como Buena Vibra, ya que cada vez que regresábamos de ahí después de haber caminado varios kilómetros de distancia, regresábamos a casa con una vibra muy en paz. Durante el camino no íbamos en silencio, solíamos hablar de música y de las bandas que mejor conocíamos. También hablábamos de nuestras "jugadas" con nuestras ex novias o chicas que conocíamos, y nos dábamos detalles sobre cuál había sido nuestra jugada más perfecta.

Otro día de una tarde entre semana, volvimos a visitar Buena Vibra, nos encontramos con un grupo de personas jóvenes que al parecer podían conocer a André o que quizás podían proporcionarnos alguna referencia. Uno de ellos afirmo que conocía a un guitarrista muy bueno que vivía un una casa de dos niveles que quedaba atrás de otra casa con una azotea;  él señaló la casa y al llegar al lugar toqué el timbre.

Me encontraba ansioso por buscar a mi amigo, y cuando escuché que alguien me respondió a través del altavoz del timbre pregunté: "Disculpe ¿Hablo a la familia García?.. una voz de señor me respondió que sí, en ese momento pregunté: "Disculpe ¿Está André?... ¿Andrés preguntó el señor?... sí, respondí yo siguiéndole la corriente. El señor con voz que denotaba molestia me dijo que en esa casa no vivía ningún Andrés... me dio pena preguntar de nuevo y  seguimos caminando.  

Siempre nos disfrutábamos el camino, si íbamos de ida o de regreso. pero otro día no llegamos caminando, llegamos en carro. Yo estaba empezando a conducir, pero tenía un vecino que manejaba muy bien desde hacía años, su nombre era Fernando, pero le decíamos pescado por los labios enormes que tenía. Ese mismo día me encontré a mi vecino al final de la cuadra mientras estaba sentado en la jardinera. Él lucía bastante aburrido o deprimido, el me dijo que hiciéramos algo y mi propuesta fue ir por una cervezas para ir a bebérnoslas en Buena Vibra. 

Y así fue, fuimos a un Super24  a comprar unos six pack para compartirlos mientras nos sentábamos en una de las banquetas de Jardines... en eso un indigente que iba pasando, se veía sobrio, yo lo llamé con dificultad pues nunca pensó que una lata de cerveza le fuera a caer del cielo, ya que a las tres veces de llamarlo pensó que no le hablábamos a él. Cuando le ofrecí la lata el indigente se asombro y dijo: "Gracias muchá, hace días que no ando en ni mierda", brindamos todos juntos y después de agradecer por la bebida, pocos metros antes de abandonar la cuadra, el indigente tiró al suelo la lata aplastada y vacía; se había bebido la lata completa en el transcurso de avanzar unos cuantos pasos. 

Esa fue la primera y última vez que fuimos con el pescado a Jardines; pues las otras veces que salimos con Fernando por ahí cerca íbamos a cortarnos el pelo, él manejaba la mayoría de las veces y también se cortaba el pelo al mismo tiempo, salvo que la colonia a la que íbamos quedaba unas cinco cuadras antes de Jardines, pero siempre era en la zona cinco. Varias veces en la peluquería de barrio, me encontraba a mi primo El Piojo, que al parecer trabajaba de cuidar un lugar de máquinas de videojuegos por las tardes y por las noches que quedaba en frente del lugar donde nos cortábamos el pelo.  

Con Fernando salíamos muchas veces a algunos antros, pero la mayoría de veces íbamos a Cuatro Grados Norte, cuando aquel lugar estaba en su máximo esplendor. Algunas veces bebimos en la misma colonia que vivíamos, que quedaba a unos 40 minutos de la zona cinco. En una ocasión bebimos en algún área verde con juegos infantiles y estaba Parmenia, la chica precoz, no llegaba ni a los quince años pero parecía mayor de edad por el cuerpo, casi no mostraba el rostro porque su pelo ondulado lo usaba sobre el rostro a modo de esconder un poco de acné que tenia en sus mejillas.

Pescado decía que Parmenia era bonita y que era bastante sociable, ya que le hablaba a todos, sin embargo él decía en broma que aún olía a pipi ya que era demasiado jóven para andar bebiendo con nosotros y con los demás del grupo. Y si hablamos de precocidad puedo mencionar el caso de Carlos,  primo de Fernando, quien nos acompañó en muchas de esas ocasiones que bebimos con Parmenia o con algunos otros vecinos de la zona ya que Parmenia no vivía en nuestra colonia, sólo iba de vista; pero volvamos  al rollo de Carlos y su precocidad; él tenía a penas diecisiete años y parecía de veintitrés, tenía una barba espesa, sabía mucho de música de fiesta y era bartender de medio tiempo de jueves a sábado. 

Le encantaba la parranda, sabía preparar muy bien los tragos y al día siguiente ya estaba listo para irse a estudiar al Colegio Italiano... de hecho ahora que lo menciono, un día fuimos por él al colegio para ir a una fiesta, Fernando manejaba y cuando él bajó del carro, sus admiradoras lo reconocieron desde los pisos de arriba y empezaron a gritar su nombre... vaya si el pescado tenía pegue con sus ex compañeras. En la noche Fer, Carlos y yo y fumábamos tranquilos,  en eso el barbudo precoz sacó un encendedor que tocaba música cada vez que se abría. En ese momento me recordé de Parmenia; la música era más o menos asiática pero me sonaba bastante pueril... fue por eso mismo que me recordó a ella, le comenté a Fernando sobre mi asociación mental y se cagó de risa. Me dijo que se había imaginado a nuestra amiga en un bar asiático bebiendo y fumando a la fuerza y en completo descontrol como si el mundo se fuese a acabar mañana.

Jamás entendí una palabra de la canción que tocaba el encendedor metálico, sólo supe que a Carlos se lo habían robado a los pocos días... y con el pasar de los años me enteré que él y Fernando se habían hecho papás. Con el tiempo no volví a ver a Parmenia salvo una vez que le dije que viniera a visitar a su tía, le hablé por quizás una hora y luego no nos volvimos a encontrar;  me encontré con mi ex novia algunas veces en el teatro, compañía que aun es parte de la empresa para la cuál trabajaba, que fue el lugar donde conocí a mi ex.... pero no volvimos a conversar, solamente nos saludamos un par de veces... y llegando al final de esta historia saliéndome  de la tangente, jamás logré encontrar a André; entre tanto buscar y buscar, no logré localizarlo ni por teléfono... sin embargo toda esta cadena historias inolvidables, tienen su precio, escribir una página más en el libro de las bellas experiencias.

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