miércoles, 10 de junio de 2020

YULIA

PRIVIÉT

Cuando vivía en Rusia, entre los rincones de aquella vieja residencia soviética, solía menudear con mayor frecuencia el segundo nivel, donde estaba la habitación de mi amiga Rosalba, sin embargo entre aquel antiguo edificio de forma ocasional al cruzar los pasillos y el resto de las habitaciones se encontraban los sanitarios y la fila de lavamanos colectivos. Era ahí donde solía lavar mi ropa para evitar discusiones con una que otra vietnamita que hacía creerse la dueña de los servicios del primer piso.  

Para evitar conflicto me busque un nuevo lugar donde podía dejar mi ropa en remojo, 

el olor a grasa y madera humedad inolvidable, agradable, algo así como las pensiones neoyorquinas donde en vez de agua cae lodo  a diferencia que todos los servicios estaban funcionando. 

Entre mis memorias se encuentra la de una joven que solía restregar algunas telas dentro de un recipiente redondo; lo hacía colocada en cuclillas, sin pudor alguno de quien estuviese al rededor. Vestía ropa cómoda como para dormir o hacer deporte, la recuerdo en un pantalón de tela negra. Ella me saludaba cada vez que pasaba, me parecía simpática.

Priviét, aquella palabra que se impregnó entre mis memorias como un tatuaje, lo hacía con tal espontaneidad, a secas, sin pretender, 

Cabello rizado claro, ojos verdes, un tanto rolliza, sencilla, amable, risueña, de corazón puro, se le nota en la mirada 




Algo definitivo en mi existencia de vividor 

seguiré escribiendo poemas etéreos entre los eones de mi mente 

YULIA

PRIVIÉT Cuando vivía en Rusia, entre los rincones de aquella vieja residencia soviética, solía menudear con mayor frecuencia el segundo...